Despu
Después de diez años, los estadounidenses se congregarán en una unión solidaria donde se alzaban las abatidas Torres Gemelas; en el lugar en que se levanta el Pentágono como una fortaleza otrora vulnerada, y en un campo rural donde el Vuelo 93 de United Airlines se precipitó a tierra.
Se reunirán para orar en catedrales en las grandes ciudades y depositar rosas frente a las estaciones de bomberos de los pueblos pequeños, a fin de recordar de incontables modos el aniversario de los ataques terroristas más devastadores desde la fundación de la nación, y para conmemorar uno de esos hechos que configuran la historia.
Al igual que en conmemoraciones anteriores, las campanas volverán a tañer para lamentar la pérdida de los muertos en los ataques. Se llevarán a cabo ceremonias para consagrar nuevos monumentos recordatorios en el bajo Manhattan en Nueva York, en la zona rural de Pensilvania y en otros sitios, como símbolos concretos de la determinación de recordar y reconstruir. Pero gran parte de la significación de las ceremonias este año radica más en lo que no se dice abiertamente: la ocasión del aniversario para que los estadounidenses mediten acerca de cómo ataques los cambiaron.
Expresidentes acuden a ceremonia
En primer plano está la dedicatoria de ayer del monumento nacional recordatorio del Vuelo 93 en lo que fue una mina cerca del pueblo de Shanksville, en el oeste de Pensilvania. Los ex presidentes George W. Bush y Bill Clinton; el vicepresidente Joe Biden, además de familiares de los 40 pasajeros y tripulantes muertos cuando se resistieron a los secuestradores del avión, asistieron a la ceremonia en un día nublado y en un terreno empapado por la lluvia.
Clinton comparó a quienes iban a bordo del vuelo 93 con los defensores del Alamo en Texas o con los espartanos en la batalla de las Termópilas, librada hace 2.500 años, pero con una diferencia dramática y reveladora: “Ellos eran soldados.
Sabían lo que tenían que hacer”. Faltan años para completar el parque recordatorio de Pensilvania. Pero la dedicatoria y la ceremonia para conmemorar el aniversario de los ataques son jalones significativos, afirmó Sally Ware, una de los “embajadores” voluntarios que ha trabajado como guía en el lugar desde el desastre. Ella misma comenzó a trabajar como voluntaria tras encontrar uno de esos recuerdos a un costado de la carretera —una rosa roja colocada sobre el uniforme de un sobrecargo—. “Esto me inquietó. Pensé que alguien tenía que ocuparse de esto”, dijo Ware, ama de casa.